sábado, 3 de septiembre de 2011

31 de agosto, Shizuoka

Levantandonos con agujetas, nos lo tomamos con calma. Desayuno fortalecedor y a planificar un día de visitas en la región.

Primero subimos a Nihondira, una montañita con un paque, con vistas:




Desde aquí se coge un teleférico (rope way que parece que se dice en inglés) y se va hasta esa colina que se ve enfrente:


¿Y qué encontramos allí? Pues ni más ni menos que Kuno-zan Toshogu, es decir, el primer mausoleo de Tokugawa Ieyasu. Tras su muerte fue enterrado aquí, hasta que unos años más tarde le trasladaron al monumental templo(s) Nikko:


Ahí el portón principal. Todo decorado con el mon (digamos que escudo de armas) de Tokugawa:


Dentro de la puerta hay unas figuras. ¿Guardianes?:



El interior. La suerte de ir con Keiko-san es que podía abusar y que me explicara las coasa que no entendía de los santuarios:


No sé porqué había muy poca luz ese día. El Tifón por cierto, ya había llegado a las islas del sur, y llegaría ya a Japón:


Por el otro lado de la puerta, perros guardianes:


La puerta vista desde arriba. Con la madera pintada (originalmente eran así todos) lucen muchísimo más. Me contó Kiyoshi san que lo pintan cada 50 años:

 

Puertecita por la que se entraba al cuerpo principal:


Pequeño santuario lateral, fijaros en las figuras sobre el travesaño:


 Había figuras pintradas en las paredes alrededor de todo el santuario:



El cuerpo principal es tesoro nacional:


Detalles:




Desde la puerta (que normalmente se usaría) hacia abajo:





Este árbol tenía creo que 700 años:


Por aquí se subía al mausoleo:


Y ahí lal tumba inicial de Tokugawa Ieyasu:


El mausoleo y el farol son originales (1600):



Yo aquí sudando más que en el Fuji:






Alguna fotito más antes de irnos, que aquí tenía barra libre:


El campanario:


El templo era inicialmente budista y sintoísta, pero con el siguiente gobierno se separaron las religiones, y se retiraron los elementos budistas:



Había un montón de cubas de metal como ese, con el mon. Estaban todas llenitas de agua. ¡Es para apagar el fuego si se produce uno!:


Al fondo, bosque de bambú:


En vez de llegar con el rope way, se podían subir 1159 escalones desde este pueblo pesquero. Los invernaderos son de fresas. Aquí (en este pueblo) tienen una variedad tardía, de otoño-invierno:



El mar comenzaba a moverse:


Los escalones:



Y de regreso en el teleférico, ahora cogí buena posición:


Abajo se veían densos bosques de diferentes tipos de árboles. La chica del teleférico decía muchas cosas, seguramente sobre edades, y tipos de árboles y curiosidades, y los tripulantes decían ahh, ohh y nnnnn:





Parecía que no, pero tenía su altura el tema:


Y de allí, paseo y hasta Mishima Taisha, el santuraio más importante de la zona:


Con sus carpas, naturalmente. Entre medias hay una tortuga:


Y su kirin vigilante:


Es el más venerado de la zona, y guarda tesoros y documentos del primer shogun de la era Kamakura:



Este señor lo mandó reconstruir después de un terremoto. La especie de pala-cetro que llevan indica que están emparentados con el familia imperial:


En esa sala, hacen unos bailes sagrados en la festividad de año nuevo, estube viendo un video:


Este árbol tiene más de 1000 años:


El cuerpo principal. Cada santuario (pequeño o grande edificio que hay en un santuario) tiene un kami (una deidad shinto):



Entramos al mueso. De este santuario era el área de inluencia del clan que participó contra el clan Heike en la batalla naval donde se perdió la espada Kusanagi (de la que os hablé en Atsuta). Había una lucha de poderes entre tres grandes clanes por puestos políticos alrededor del emperador, y estalló una guerra. Aquí había muchas cosas entregadas al santuario como regalos, cosa bastante común, como biombos pintados:



Aquí una maqueta del santuario:



Katanas, carcajs y flechas. En los santuraios se estilaba también hacer demostraciones de tiro con arco a caballo, y aquí lo hacen de vez en cuándo:


Un estandarte:


Aquí una maqueta con señores representando un festival. El santuario está igual:




Viejos planos:



Figuras de kamis:


Telas pintadas. Ese señor era el caudillo del clan, el primer shogun de la era Kamakura (y primer shogun que yo sepa) Minamoto no Yorimoto:


Las katanas, que se muestran en los muesos desmontadas, suelen llevar en la parte del mango (en la hoja de acero, pero la que iría cubierta por el mango) el nombre del artesano, y en algunos casos la dedicatoria si es ofrecida al santuario:


Esta no es para usar en batalla real, medía más de dos metros y era muy ancha. Estaba dedicada al santuario:


Grabados antiguos guardados:



Carta de Oda Nobunaga. En los castillos guardan siempre este tipo de cartas:


Esta de mi amigo Toyotomi Hideyoshi:


Cuadro en madera grandecito:


Y con eso dejamos el museo y el santuario y nos fuimos a comer a un sitio muy estilo tradicional, pero que las mesas bajas, las típicas de sentarte arrodillado, tenían un hueco debajo para meter las piernas. Aunque era estrecho, jeje.

A la tarde visitamos un río famoso:


Tiene manantiales que brotan por doquier:


Este era profundo, igual podéis ver abajo como bulle la arena por la salida del agua:




Había cangrejos y peces:



¿Os acordáis de las Shinkada? ¿Los insectos enormes que cantan donde hay verde y viven 7 años bajo tierra y 10 días fuera? Pues hacen estos agujeros para salir a la superficie:


Más manantiales. Me contaba Kiyoshi san, que el agua viene de la zona del Fuji, y de los ríos del Fuji, y tarda un año en llegar bajo tierra hasta aquí. En esta zona salen millones de litros al día. Por cierto que estoy asustado con la de lagos y grandes ríos caudalosos que tiene Japón:




Había patos, y un grupo de japoneses amigos de la fotografía de esos que van en grupo como os contaba, estaban aquí con sus equipos megaprofesionales. Uno de ellos nos enseñó fotos de pájaros pescadores y peces, y nos enseñaba con la cámara un pato que estaba siguiendo que estaba a tomar por saco de distancia y que vigilaba con su doble teleobjetivo con super trípode y estabilizadores:


Y era hora de volver a la casa. El tifón ya estaba llegando a la costa, y se puso a llover a raudales, y el mar estaba agitado. Yo tenía que tener cuidado, porque con vientos y lluvia fuerte, paran los shinkansen:


Nos fuimos a cenar a un chino ¡regentado por japoneses! (justo lo contrario que en Bilbao) y así terminé mis días de Felipe-san con mis amigos. Al día siguiente tocaba rehacer la mochila y encaminarme al oeste, supuestamente huyendo del tifón, hacia Okayama.

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